Revueltas sociales golpean las bases de la islamofobia
Las revoluciones contra varias de dictaduras de Medio Oriente y África han demostrado el profundo compromiso y afán democrático que se oculta en estas sociedades, lo que puede contribuir a trastocar la perspectiva occidental sobre el Islam y la extendida islamofobia.
En Egipto y Túnez la «no-violencia» y el civismo plagado de carácter interreligioso destronaron las dictaduras de estos dos países, y en las revueltas expandidas de norte a sur en África árabe y Medio Oriente, el objetivo resultó ser el mismo.
La guerra contra el terrorismo liderada por Estados Unidos y varios gobiernos europeos tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 fue percibida por una gran parte del mundo musulmán como una guerra contra el Islam.
El hecho de que Occidente respalde las revueltas en el mundo musulmán es una señal de cambio sobre la estancada percepción que existe hacia una parte de esta sociedad.
«Nos hallamos ante el estallido de una nueva generación de musulmanes… Occidente ha descubierto de repente el dinamismo del pueblo árabe, su capacidad de movilización y la conciencia social y de clase de los trabajadores», declaraba Abdennur Prado, presidente de la Junta Islámica Catalana.
En un principio las protestas que estallaron en Egipto avivaron el temor de que el islamismo radical se hiciera con el poder, lo que retardó el respaldo de Occidente a las manifestaciones contra Hosni Mubarak, pero al constatar el carácter pacífico, y el origen democrático de las demandas, el panorama cambió por completo.
«No es que los islamistas no sean actores políticos en la zonas donde se están dando las revueltas, lo van a ser, pero en el juego democrático tendrán que competir con otras fuerzas» y eso cambiará muchas cosas, advierte en una entrevista de Efe el director del Centro de Estudios y de Investigaciones sobre el Mundo Árabe Contemporáneo de la Universidad de Leuven (Bélgica), Bichara Khader.
La reconciliación entre Occidente y el Islam es una empresa compleja tomando en cuenta la guerra antiterrorista y el radicalismo de la extrema derecha en Europa y EEUU.
Para Prado el «Islam está presente en la mayoría de los manifestantes, lo vimos en la plaza Tahrir de El Cairo» y Occidente constató el carácter liberador que se ocultaba sin ningún fin ideológico o teocrático más que reclamar justicia.
El hecho de que por décadas Occidente hubiese respaldado estas tiranías ha dejado un sabor amargo en los pueblos que ahora quieren actuar solos y con las mismas técnicas de las sociedades modernas para demostrar su capacidad de organización y progreso.
Esta exhibición de civismo demostró que en el fondo hay intereses comunes entre Occidente y los pueblos árabes como el respeto a los derechos humanos, la tolerancia y el anhelo de una sociedad más libre, unas credenciales que a partir de ahora podrán utilizarse para dar «un golpe mortal a la islamofobia. Esta seguirá, por supuesto, pero cada vez será menos creíble», prevé Prado.