Marruecos
Y volví a visitar graneros, Tasguent
Desde que conocí de su existencia gracias a mi amigo Jota, y pude visitar los de Amtoudi me quedé con las ganas de ir a alguno menos conocido y más “alejado”. Así, imaginaba que sería una visita más audaz. Aunque francamente, Amtoudi no sería el centro del turismo ni la subida a los graneros fuese como un paseo a los Campos Elíseos. Sinceramente, no despiertan mucha atracción y creo que es porque no se les da suficiente atención institucional. Porque estas construcciones amuralladas en lo alto de las colinas tienen un encanto único. Son espectaculares y merecen totalmente la visita.

En este caso, el viaje era buscando el granero de Tasguent. No había muchas indicaciones en las webs, así que sabíamos que estaba después de las Gargantas de Ait Mansour y poco más. Esperábamos encontrar alguna indicación por el camino. Pero claro, NO HABÍA NINGUNA.

Estuvimos dando vueltas por la zona hasta que vimos a lo lejos, el granero encaramado en la colina y entonces ya vimos que teníamos que tomar una pequeña pista que nacía en la carretera.

Pero insisto, no hay ninguna señal que lo marque. Os dejo foto de la curva y del nacimiento de la pista por si os apetece la visita.

Al encontrar el acceso, decidimos aparcar abajo y subir a pie. No había nadie. Estábamos solos en la zona. Sabíamos que necesitábamos contactar con el amin para que nos abriera la puerta del granero, ya que todos disponen de un responsable que es quien abre y cierra la puerta de la fortificación.

Así que mientras subíamos se nos acercó un señor menudo y amable que no hablaba nada de francés y que nos indicaba que le siguiéramos. Y eso hicimos. Entendimos que estábamos delante del amin y estábamos tranquilos porque nos abriría la puerta.

Al llegar arriba, y antes de abrir la puerta nos pidió 50 dhs por persona. Era claro que era excesivo, pero le dijimos que 60 dhs entre los dos, y aceptó de buena gana. Así que le pagamos y él se giró para abrir la puerta, nos pareció extraño que abriera la puerta con un golpe de piedra, pero ya sabéis que en Marruecos las cosas no son muy normales, así que tampoco le dimos demasiada importancia. Como él no hablaba francés y mis conocimientos de dariya son pocos (por desgracia), hicimos la visita detrás de él, pero sin ninguna información adicional. Una pena, pensamos. Aun así, la visita mereció la pena. El granero es espectacular y se encuentra en muy buen estado de conservación. Mientras subíamos y bajábamos por las escaleras y salimos a la techumbre para contemplar la vista vimos como “nuestro” guía se estaba peleando con otro señor que de repente apareció en el granero. Hablaban y se gritaban en dariya de una forma MUY acalorada. Bajamos a ver qué pasaba y nos explicó el nuevo personaje que, en realidad, el verdadero amin del granero era él y no el otro. Le dijimos que no le habíamos visto hasta ese momento. Entonces nos preguntó cuánto habíamos pagado de entrada, al decirle que 60 dh se volvió loco y casi agrede físicamente a su “suplente”. Les tuvimos que separar para que la cosa no llegara a más. El nuevo, sin ningún atisbo de vergüenza, nos dijo que debíamos pagarle a él. Obviamente, le indicamos que pactaran entre ellos lo que consideraran adecuado pero que nosotros íbamos a acabar la visita e irnos por el mismo sitio que habíamos llegado. Amablemente pero contundentemente. De repente, el hombre se desvaneció. Y el primero seguía acompañándonos por el granero esbozando una sonrisa muy pícara. Cuando ya estaba todo visto, nos dirigimos a la puerta (recordar que son fortalezas con una única puerta de acceso). Para nuestra sorpresa, la puerta estaba cerrada y con unas maderas bloqueada por dentro con el señor esperándonos sentado. Llegamos y nos dijo, de aquí no salís si no me pagáis de nuevo la entrada. Sinceramente, fue muy desagradable. En ese momento y en cuestión de segundos, y lo mejor, sin mediar palabra entre nosotros, resolvimos el problema. Mientras yo abría la puerta y sacaba las maderas que apuntalaban la puerta, mi amigo se enfrentó al “guardián” que gritaba que, si nos íbamos, nos íbamos a arrepentir y varios insultos. Por supuesto, no nos consiguió amilanar ni un segundo. Así que salimos por la puerta y él enfadadísimo, comenzó a bajar la colina a toda velocidad dirigiéndose a nuestro coche. Lo vigilábamos con la mirada porque si hacia algo, íbamos a denunciarlo a la policía…pero nada, solo teatro. Se paró delante del coche y comenzó a hacer fotos a la matrícula y nada más. La vida es puro teatro.

Si os preguntáis que iba haciendo el otro señor mientras tanto, nada, se iba riendo, pero en ningún caso nos ayudó con el tema de la puerta. Además, nos pidió que lo acompañáramos al pueblo de al lado con el coche porque suponemos con el dinerillo extra que se llevó, se fue a comprar comida, tabaco o lo que fuese. Un dinero bien recibido por inesperado. Picaresca nacional.



Curiosidades franquistas, en Sidi-Ifni

Si visitáis la preciosa plaza España de Sidi Ifni, os recomiendo que os acerquéis a mirar uno de los edificios administrativos españoles de la época colonial. Si alzáis la vista, veréis el emblema en piedra del famoso agilucho.

En su fachada totalmente abandonada, encontramos una bandera franquista. Muy curioso y lamentable, que nadie haya tenido interés en quitar este elemento de la dictadura de Franco.

La titularidad de este edificio puede ser que aún sea del Gobierno Español o que, en estos momentos, haya algún tipo de litigio sobre su propiedad. En cualquier caso, estoy convencida que se debería llegar a un acuerdo para retirar este símbolo franquista de la fachada del edificio.
Dos accesos para ver una misma kasbah
Esto es uno de esos ejemplos que me divierten de Marruecos.
No sé si habéis estado en la Kasbah de Amridil en el palmeral de Skoura. Muy cerca de Ouarzazate.

Pues en eso que dices, ¿qué os parece una visita a la Kasbah? Venga, vamos. Y os hacéis unos kilómetros y entráis en el palmeral y en seguida aparcáis en la imponente fachada de la kasbah. Hasta aquí, todo bien. El problema viene ahora.
Miráis la Kasbah buscando la entrada y de repente observáis a la derecha una puerta y un cartel que pone, Entrée Officielle-Kasbah Amridil y a vuestra izquierda, otra puerta que pone, Entrée principale-Kasbah Amridil.

Vale, ahí estáis, pensando la diferencia entre oficial y principal.
Pues nada, que los herederos de la kasbah no se pusieron de acuerdo en la explotación de las visitas y se partieron la propiedad en dos. Y más chulos que un ocho, hacen dos visitas de cada mitad de la kasbah.

Cada visita cuesta 40 dh por persona, es decir que si quieres verla completa debes entrar y salir y pagar 40 dh+40 dh. Me encantan estas historias de Marruecos, surrealistas hasta decir basta.

El perfil amarillo marca la visita de la Entrée Officielle.
PD: yo recomiendo la Entrée Officielle porque tienes acceso a la terraza y buenas vistas sobre el palmeral y creo que aprecias mejor la importancia de la kasbah. Pero siempre os podéis dividir y luego os enseñáis las fotos.





El Khorbat, uno de los pueblos a visitar el 2023 según la Organización Mundial del Turismo
Hay noticias que te inflaman el alma.
Hay noticias que te dan la razón.
Hay noticias que hacen justicia.

La Organización Mundial del Turismo ha confirmado los 32 mejores pueblos para hacer turismo durante el 2023 y (tremenda noticia), en el puesto 19 se encuentra el Khorbat en Tinejdad.
Este Ksar es uno de esos lugares mágicos que llevo recomendando visitar desde que pisé Marruecos hace ya muchos años.
El Ksar se encuentra a 50 km al este de Tinghir, en el bajo valle del Todra, El Khorbat es un antiguo ksar, un pueblo fortificado de tierra cruda, construido a mediados del siglo XIX y restaurado gracias a la cooperación internacional.
Gracias a esa rehabilitación, la mitad de las casas de El Khorbat están habitadas por familias que han vuelto a vivir en el Ksar. En el Ksar además hay una escuela, un Museo y un taller de artesanía femenina.
La escuela ha comenzado a dar sus frutos después de muchos años y algunos de sus alumnos están en la universidad de Er-Rachida. Una noticia que no es nada habitual por esta zona.

El taller de artesanía de mujeres sirve para dar trabajo a las mujeres del ksar que venden a los turistas las piezas que elaboran. Y el Museo es una de esas joyas que esconde este Ksar. Si tienes suerte y te hace la visita Hassan Ben Amar, con su pasión y conocimientos, te hará entender, amar y admirar la vida de los amazigh, los oasis, las estructura de un Ksar y de una Kasbah y mil cosas más. Merece la pena una inmersión en este espacio culturalmente rico con más de 600 mts de exposición y tres pisos.

Toda esta preciosa historia de defensa del patrimonio histórico y artístico comenzó entre tres socios, Ahmed Ben Amar, Joan Castellana y Roger Mimó, quienes colaboraron con la Asociación El Khorbat para el Patrimonio y el Desarrollo Sostenible que nació para mejorar las condiciones de vida de la población y para el desarrollo sostenible del oasis.
Dentro del Ksar también hay un ecoturismo regentado por Hmad y su familia. Pocas habitaciones perfectamente integradas en el ambiente de un Ksar que te envuelve en una experiencia magnífica porque posee un nivel de confort altísimo, pero si no puedes quedarte a dormir, puedes quedarte a comer y disfrutar de la buena cocina del restaurante en la terraza llena de palmeras. La especialidad es el Tajine de dromedario con dátiles elaborado por las mujeres del pueblo.
Con nuestra visita, estamos ayudando al mantenimiento del Ksar. Y aunque solo por ayudar a este maravilloso proyecto ya vale la pena la visita, os aseguro que entrar en el Ksar es como retroceder 500 años. Pasear por sus callejuelas en penumbra te transportan a otro mundo. El Ksar está impecablemente limpio y sus puertas de acceso o su plaza principal son tan hermosas que pueden causarte Síndrome de Stendhal. Hasta ahora pensaba que era pasión de amiga, pero cuando lo dice la Organización Mundial del Turismo entendéis que tengo razón ¿no?

Por si os interesa conocer los otros lugares de la selección.
Una mujer empoderada en Sidi Ifni

Una mañana cualquiera en Sidi Ifni, en la calle principal. Los cafés, como siempre llenos de hombres. Algunos solos, otros en compañía. Degustando un café o un te de desayuno. Dejando pasar las horas. Como siempre, no hay mujeres.
Un momento, ¿quién es ella? Una mujer sola y joven está tomando café en la terraza de un bar conocido de Sidi Ifni. Una mujer sola y revisando su móvil. A su lado, una maxi pantalla de Tv que repite jugadas del Mundial. Una imagen que sería habitual en cualquier otro lugar de Europa pero que en Sidi Ifni no es nada habitual.

Me quedé con ganas de sentarme con ella y charlar. Preguntarle que hace, a qué se dedica, intercambiar opiniones, y saber más de una mujer aparentemente empoderada en un lugar como Sidi Ifni.
Me quedé un rato ahí, por si su marido o hermano hubiese ido al baño, pero NO. Estaba sola y tranquila. Esbocé, casi sin querer, una sonrisa de sororidad en mi rostro.

Una imagen de normalidad necesaria.
Marruecos, no era solo fútbol

Otro viaje, más aventuras, más energía y mucha más añoranza por vivir lejos de Marruecos.

En este nuevo viaje, me ha sorprendido ver como muchos de mis amigos y amigas que conozco desde hace años, han prosperado mucho y son propietarios de Riads, hoteles, agencias de viajes, restaurantes y que a pesar de los dos duros años de la pandemia parece que todo remonta y que el sector turístico está muy fuerte. Me han dicho que las perspectivas del 2023 son espectaculares y que se van a batir récords de turismo.
Mi viaje a Marruecos ha coincidido con muchos partidos del Mundial y con la increíble selección marroquí llegando a semifinales. Un hito histórico para un equipo africano. En cada victoria, incluso en la de la fase clasificatoria, miles y miles de personas han salido a las calles de pueblos y ciudades a celebrar el triunfo. ¿Pero era solo fútbol? Por supuesto que no era solo fútbol. Era una explosión de orgullo, una celebración conjunta de pertenencia, un grito de un pueblo que no tiene demasiados motivos para la celebración y el júbilo colectivo. El fútbol ha sacado a la calle a MILES y MILES de jóvenes. En esas demostraciones se aprecia la fortaleza del país, la juventud está por todas partes. En una de las miles de conversaciones que he tenido estas dos semanas, una persona sabia me hizo una reflexión. Marruecos es el futuro, Marruecos está llena de juventud. Esa alegría que transmite la juventud, esa despreocupación, esa sensación de que nada malo puede ocurrir que es una de las señas de identidad de la gente joven, la vivimos y respiramos por toda la geografía del país y tal vez, ahí radica su encanto. Las risas, la frescura, los jóvenes y niños por todas partes. Sobre todo, si lo comparamos con la “vieja Europa”.


Este post es un poco como el pote de especias de Raz el Hanout, un poco de todo. ¿Me permitís esta licencia, lectores?
Granero Id Aissa, en Amtoudi
Este post nos lo envía José Javier Lanzarot y forma parte de su investigación de los graneros que se encuentran en la zona del Anti Atlas. Si queréis conocer de primera mano esta expresión ancestral de los bereberes, no dudéis en contactar con él para programar un viaje inolvidable.
Web www.atarexperience.com
Email jota@atarexperience.com

En el desierto al sur de Marruecos, entre las poblaciones de Akka y Bouzakarne, encontramos una carreterita que se interna por el Anti Atlas para llegar al oasis de de Amtoudi. Precisamente aquí, existe uno de los graneros más bonitos y mejor conservados del magrib aunque hay unos cuantos más por la zona. Se encuentra situado justo en la salida de un estrecho cañón, en una pequeña llanura entre las abruptas y erosionadas mesetas que componen esta región del anti Atlas.
Lo primero que divisamos conforme nos acercamos a este pequeño pueblo, es la imponente silueta del granero Id Aissa coronando la cumbre achatada de una alta colina rocosa, que se eleva un par de centenares de metros por encima del oasis. Es una pequeña construcción amurallada, concebida con una clara vocación de inexpugnabilidad, formando un conjunto impresionante y de gran belleza, que recuerda a las fortalezas medievales.

Se accede al granero de Id Aissa a través de cualquiera de los dos caminos muleros que ascienden la empinada subida por ambos flancos de la montaña y se tarda unos veinte minutos en su ascenso pero cuando llegas arriba, el ver la silueta recortada contra el cielo, merece la pena. Para entrar hay que pagar una pequeña cantidad de 40 dh por persona y luego se le da una propina al amín, el cual, aunque no habla español y a penas francés, se hace entender para explicar algunas cosas durante la visita.
Inutilizado desde hace algunos años al acabar la época de las razzias y las guerras tribales, el ighrem de Id Aissa, como la mayoría o su vecino el granero de Aguelluy, estaba abocado a una ruina lenta e inexorable. Afortunadamente, la iniciativa de los habitantes de restaurar su patrimonio artístico y cultural encontró el respaldo de las autoridades, tanto regionales como del Ministerio de Cultura, y bajo la dirección de la arquitecta marroquí Salima Naji, defensora de la arquitectura del sur marroquí. Se procedió a la restauración, tanto del granero de Id Aissa como del cercano Aguelluy, aprovechando los conocimientos de los artesanos locales, utilizando los mismos materiales originales y siguiendo las técnicas tradicionales.
Numerosas fuentes datan su origen sobre los primeros siglos del primer milenio para fechar la construcción de la fortaleza original, que posteriormente fue objeto de múltiples añadidos y extensiones con el paso del tiempo.
Hace siglos y debido a la hidrografía del territorio, del clima y de las luchas tribales, las tribus locales bereberes se vieron forzadas a guardar sus provisiones en graneros que construían y cuidaban entre todo el pueblo. Aunque generalmente se les llama graneros colectivos o comunitarios, en realidad no se trata de que las familias pongan en común las cosechas o los bienes que tengan guardados, si no de una serie de compartimentos o pequeños almacenes individuales en el interior de un edificio que se guardan colectivamente.

Los compartimentos fueron construidos por las familias que se quedan con la propiedad y se ocupan de la conservación aportando a la comunidad su parte proporcional para el mantenimiento de los equipamientos comunitarios. Además del guarda, llamado Amín, y que es seleccionado por los propietarios, asegurándole la subsistencia, a veces montaban guardia ellos mismos por turnos durante el día y la noche. También eran las despensas y las mujeres subían prácticamente cada día para tomar o dejar cosas. No solo los alimentos u objetos eran guardados en las dependencias, sino cualquier cosa que fuera importante como los contratos de matrimonio, compras, sentencias, etc, que eran escritas en tablillas de madera y que cada cual custodiaba.

No se llega hasta aquí tan solo para ver unos edificios bonitos que nos sorprenden al entrar, sino para descubrir que estos son la expresión de una sociedad, costumbres y leyes plasmadas en piedra y adobe, hay que entender que es una forma de vida ancestral que, aunque se va perdiendo, todavía perdura en valles y cañones del Atlas occidental. Los pocos viajeros que acceden a estos lugares podrán contemplar una forma de vida bereber desconocida en el resto del país que tarde o temprano, se extinguirá y ni siquiera quedarán los graneros para recordarla.

Pero los graneros no son el único motivo para viajar hasta este lugar lleno de belleza e historia. Pasando el pueblo de Aguelluy en un corto paseo, penetramos en un estrecho cañón donde un frondoso palmeral tapizado de huertos y frutales ocupa la estrecha franja del seco lecho del río, encajonado entre paredes verticales, a cuyos pies se establecen algunas casas de piedra, el material de construcción tradicional en la zona. Los huertos se riegan por una red de acequias que, pegadas a los muros rocosos, trasladan el agua desde las fuentes situadas cañón arriba, y la distribuyen por todo el oasis.
Continuamos por el río siguiendo los caminos que van bordeando los huertos cañón arriba y tras una hora de andar, traspasando un cerrado recodo del cañón, llegaremos a las estrechas y profundas pozas de aguas verdosas o azules según la luz, comunicadas entre si por pequeñas cascadas y toboganes angostos de apenas un par de metros. El susurro del agua en el cañón es una constante.
Otro de los atractivos que nos ofrece el lugar, son los yacimientos de grabados rupestres que se esparcen por diversos puntos en las inmediaciones de Amtoudi. Se trata principalmente de representaciones de animales propios de la sabana como leones, jirafas elefantes y antílopes, utilizando en la mayoría de los casos la técnica del punteo.
Cuando llegas hasta Amtoudi, lo mejor es aparcar en la puerta del albergue “L´ombre d´argan” donde Abdoul, el propietario os atenderá encantado Podéis hospedaros allí pues tiene dos habitaciones dobles con baño y un par más sin baño dentro. Las comidas locales que prepara, son realmente deliciosas. Recomiendo pasar una noche por lo menos para que de tiempo de verlo todo. Además, os dará la información necesaria para que lleguéis al granero y avisará al amín para que esté allí para abriros la puerta. También os conseguirá alguien que os muestre los grabados u os pueda acompañar por el lecho del río hasta las pozas.
Legzhira o crónica de una muerte anunciada
Lo habéis conseguido. Habéis destrozado la hermosa playa de Leghzira.

En un de mis posts antiguos ya advertía que las obras de la urbanización que se veía en lo alto de la playa eran una amenaza para este lugar. Pero inocentemente, pensé, que tal vez iban a construir algo que se integrara en el ambiente, que fuese turístico, pero a la vez bonito.
La verdad que la fealdad del lugar, merece un premio.
Más abajo, en la misma playa, el horror va en aumento. Los bares a pie de arena, con sus terrazas encima de ella, son absolutamente horrendos. Parece que compiten por un premio a la fealdad. Os prometo, que intenté pasear por la playa y probé de apartar mi mirada de todo ese mobiliario de sillas, parasoles, haimas, carteles, mesas y otros objetos absurdos que iba viendo por el paseo. Intentaba no mirar para concentrarme en la playa. Además, llegué casi con la luz del ocaso y ese momento es el más mágico en Leghzria. Lamentablemente, la fealdad es tan ostentosa que no puedes dejar de mirarla.
¿Porqué no podía dejar de mirarla? Porque recordaba Leghzira y recordaba muchos momentos maravillosos que viví en ella y sentí indignación por el estado actual de la playa. ¿Quién ha autorizado ese destrozo? ¿Quién ha permitido ese semichabolismo de bares y restaurantes?
Un perfecto festival del horror en Leghzira. Una pena.
Guardaré en mi memoria, aquellas tardes de felicidad y paseos por una de las playas más hermosas que he visto nunca. Pero Leghzira ya no es ese lugar mágico de mis recuerdos.

Los graneros del Anti Atlas-los Agadirs
Marruecos no es solo ciudades imperiales.
Marruecos no es solo el circuito de Marrakech, Ourzazate, Merzouga, Erg Chebbi.
Marruecos no es solo Tanger y Chefchaouen.
Marruecos tiene mil opciones, mil paisajes y mil cosas a ver.
Es verdad que como decía mi amigo Dani, ahora el mundo va tan deprisa que los turistas quieren conocer todo en 4 días. Y que no hay más tiempo. O simplemente, que vivimos adictos a la velocidad. Vivimos acelerados, todo debe ser ahora e inmediato. ¿Visitar Marruecos? Venga, 4 días y quiero verlo todo. Y claro, eso es imposible. Luego ya quieren otro destino porque creen que ya conocen el país. Pero Marruecos es inabarcable.

Este post se comenzó a escribir en la terraza del Café de la Post, una tarde de noviembre mientras tomabamos una cerveza con mi amigo, José Javier Lanzarot. (En realidad, no fue una cerveza porque como no comíamos nada y con la nueva normativa Covid no te pueden servir alcohol-pero eso si acaso, me da para otro post). En ese encuentro, José Javier nos explicó que llevaba meses en una especie de cruzada personal. Él se dedica a los viajes a medida en Marruecos y durante largos años ha hecho la ruta estándar y que todo el mundo que sueña con los paisajes del sur del país quiere hacer. Llegar a las dunas del Erg Chebbi. Esa tarde, nos explicaba que esa ruta circular y todo lo que hay alrededor está demasiado explotado y por tanto masificado y demasiado turístico (masificado en condiciones normales). Compartí su comentario, pero también comprendo el hechizo que produce visitar esa zona para los ojos del que lo ve por primera vez. Fue entonces cuando nos explicó que se está dedicando a elaborar una especie de catálogo de todos los graneros del sur de Marruecos. ¿Graneros? Y eso que es, le pregunté.

Y con su respuesta, mi visita a uno de de ellos, uno que se encuentra entre Tata y Guelmim, en el precioso pueblo de Amtoudi. Definitivamente debéis ir a verlos, uno, dos o una buena ruta. Ha sido uno de los descubrimientos del viaje (y ha habido muchos).

Los graneros o Agadirs son un rico patrimonio arquitectónico y cultural. Un Agadir es un granero colectivo fortificado. Muchos de ellos se encuentran en la zona del Anti Atlas, dispersos por toda la cordillera, principalmente en el noroeste de la región. Algunos de estos graneros fueron abandonados y reutilizados con otras funciones, sin embargo, muchos de ellos se mantienen en buenas condiciones, incluso, conservan una parte de su funcionalidad. Tienen vocación defensiva y de almacenamiento de los bienes (cosechas familiares, manuscritos, actas …) de una comunidad. Básicamente, es el “banco” de las tribus de Souss Massa pero sobre todo el símbolo de una organización tribal armoniosa. Cada família disponia de una pequeña habitación cerrada bajo llave que se heredaba de padres a hijos. Destaca la figura del Amin, que era el guardián del granero que abría y cerraba el granero colectivo y que accedía a los habitáculos en altura.

Gracias a José Javier visité en Amtoudi el agadir Agelluy, que está perfectamente reformado por una Organización internacional, pero bajo tutela de una arquitecta marroquí. Me quedé con ganas de visitar el otro Agadir de Amtoudi, el llamado de Id Aysa, pero ya no teníamos más tiempo. Los días de noviembre son muy cortos y la luz solar escasa. Demasiadas cosas a ver y hacer.
Durante el camino de acceso, las vistas del pueblo y del cañón son espectaculares.

En ese cañón, encontraréis piscinas naturales aptas para el baño. Un complemento ideal en verano.

El Amin nos acompañó y nos enseñó todo el Agadir explicando multitud de detalles. Sinceramente, vale mucho la pena la visita. Es uno de esos secretos que guarda la cordillera del Anti Atlas y Marruecos. No dejéis de visitar, como mínimo uno.
Si queréis saber más, contactad con José Javier Lanzarot.
jota@atarexperience.com
Insta @atarexperience
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